miércoles, 23 de enero de 2013

SIMON VALENTIN


UNO

 Hoy es un día muy azul, el sol esta resplandeciente puedo ver las nubes en el cielo, me gusta descubrir figuras en las nubes, a veces hasta puedes reconocer caras conocidas, siempre busco la de Juan luna pero nunca la he visto. Bajo las escaleras de la azotea saltando de dos en dos, es divertido correr por las escaleras, siempre me dejan la puerta abierta, eso es lo que me gusta de vivir en esta casa, puedo pasear casi cuando quiera. Pero todo no es bueno, aun no les perdono lo de mi entrepierna.

Camino por entre los muebles de la sala, busco mi tasa de comida en la cocina, ya estoy cansado de comer esto, sabe horrible, juro que en el momento menos pensado y cuando Juan luna este distraído me comeré su carne del plato, probare su cerveza y botare el plato al piso. Espero que me siente a comer con el después de eso.

Entro a su cuarto, esta con Amanda. Ella ha venido muchos estos días, se queda toda la noche con el, después se levanta desnuda solo con una camisa y prepara el desayuno. Me cae bien, el otro día dormimos juntos, me hizo caricias hasta que nos quedamos dormidos. Ella siempre se sienta en un mueble de la sala, prende un cigarrillo y mira por la gran ventana del apartamento, yo mientras tanto la miro desde un costadito, tiene una lindas piernas y su pelo, ensortijado la hace ver muy sexy, he podido ver todos sus lunares, ese que tiene en la parte baja de su espalda con forma de lagrima.

Juan Luna se levanta, sale del cuarto muy despeinado y con unas ojeras que le llegan hasta el piso, anoche debió ser otra de esas noches, pienso. No habla con Amanda solo se sienta a su lado y le pide un cigarrillo, se hace un silencio tenso que se prolonga por varios minutos, tantos como para crear un lenguaje de miradas, reproches que salen de los ojos de Amanda y entran en los de  Juan luan devastándolo. Estos dos tienen una manera rara de quererse, están locos.

Los dos se sientan a desayunar, puedo oler que son huevos revueltos con cebolla y muchos tomates, muy rojos. Me sobo por las piernas de Amanda complicemente esperando que me invite a comer junto a ella, que entienda mi mensaje. Ella me acaricia la cabeza casi ignorándome, ellos todavía no se hablan, me resigno y voy a la cocina a buscar mi plato de concentrado.
Me asusta un zapato que cae a mi lado, corro a esconderme, Juan luna le esta botando toda la ropa a Amanda, él  dice que ya no quiere estar mas con ella, que lo esta matando, que se vaya y no vuelva mas, ella lo insulta y le dice que no la merece, sale vistiéndose, recoge el zapato que cayó cerca de mí y alcanzamos a cruzar una ultima mirada, después se va golpeando la puerta.

Entro al cuarto, Juan luna esta acostado en la cama con los pies sobre la pared, parece que así piensa mejor. Me echo a su lado, lo miro y le digo telepáticamente que es un idiota por echar a amanada de su casa así. Ella es la única mujer que se ha aguantado su locura, su mal humor y que duerma como un oso en hibernación.

Yo siempre estoy con él aun en sus peores momentos cuando la vida parece no importarle. Desde ese momento es como si los dos nos hubiéramos prometido no dejarnos. Vamos estando más jodidos los dos, empezamos a padecer los días. Yo encuentro consuelo yendo a la azotea, buscando en las nubes y la libertad del aire que mueve mis bigotes.



DOS

Amanda tiene las piernas largas, su piel almendrada la recorre toda, su cadera se contonea de un lado al otro hamacando su candencia, sus ojos azules como el cielo mismo, y su pelo corto pintado de rojo que parece ser la primera señal de advertencia. Ella siempre quiere llamar la atención, una vez me conto que cuando era niña, quería que sus papas la llevaran de viaje en vacaciones, pero sus papa tenía mucho trabajo y no podía salir de la ciudad tanto tiempo. Unas semanas antes de sus vacaciones y sabiendo que no la iban a complacer, dejo de comer, se negaba a comer. Su papa en muchas veces perdía la paciencia y amagaba con castigarla fuertemente, pero ella no desistía en su capricho. Después de varios días de la guerra entre Amanda y sus papas, ellos se rindieron y la llevaron de viaje en sus vacaciones. Esa fue solo una de las batallas que Amanda estaba dispuesta a pelear. Su mirada siempre desafiante, dispuesta para la lucha, pelear por lo que quiere y hacerlo a su manera.

Empezamos a vernos más seguido, primero en el bar donde tomábamos cada fin de semana, después en su casa. Todavía en ese tiempo ella era un enigma, a veces tierna, pidiendo ser contenida, y después la mujer fatal, su arrogancia, su mirada inquietante. Durante esas noches parecía como si estuviera en otra parte, su mente volaba con las vibraciones de la música. Amanda nos seducía, disfrutaba el poder que le daba reducirnos, golpearnos con sus movimientos, tener esa sensación de superioridad. Nosotros ya éramos amigos, me llamaba en la semana para acompañarla a sus cosas, creo que veía en mí un amigo confiable y eventualmente un amante.

Eran los días donde empezábamos a atrincherarnos con el alcohol, pasábamos varios días de la semana tomando. La tarde, y la noche los escenarios que nos acercaron. Era una montaña rusa, cada vez diferente. Amanda era una mujer especial yo siempre se lo decía, muy femenina pero equipada con una armadura de rudeza. Me pedía que la llevara al mirador y estando ahí prendíamos un porro y dejábamos hablar el silencio, la luz de la noche alumbraba sus ojos azules y a su pelo lo hacía ver más rojo, más imponente, más que nunca una señal de advertencia. Yo sentía que la quería, en silencio, poco hablamos de los sentimientos, aunque siempre estaban presentes.

1 comentario:

  1. Muy bueno... Me gusto mucho, es de lo q se puede leer varias veces sin aburrirte... D vdd...��

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