viernes, 3 de mayo de 2013

EL DÍA DE LA LLUVIA


Ese día caminabas desprevenida bajo la lluvia, te veías hermosa empapada por el agua que se escurría por tu pelo.  Se caía el cielo a tus pies pero abstraída dibujabas movimientos delicados sobre los charcos que se te ponían en el camino. Parecías flotar con cada paso cadencioso y elegante. Nada a tu alrededor parecía tener más importancia que tú misma. La gente pasaba con premura a tu lado, queriendo correr a una velocidad que no tenían, zigzagueaban para evitar el agua que golpeaba con fuerza. Cualquier cosa que pudiera hacer las veces de sombrilla era un bien preciado en el afán por no mojarse. Las calles empezaban a ser canales por donde el agua se movía arremolinada. Aunque el cielo empezaba crujir, no acelerabas el paso.

Verte así me hizo pensar en lo que de verdad importa. Las pequeñas cosas que paso por alto. Pienso en lo estimulante que debe ser sentir el aguacero con la piel. Hacerle frente, abandonarme a esperar que cada gota sea un golpe placentero. ¿Para qué correr? No se puede desperdiciar ese regalo noble de la naturaleza. Como no enamorarme de ti. Como no quererte, si caminas segura y tranquila atravesando los muros de agua que se ponen ante ti.

Tendré que darme menos importancia. Combatir la solemnidad. Vivir para sentir. Sentir el agua. Mojarme tanto como tú. Voy a caminar desprevenido, esperando que llueva para caminar despacio. Intentar conocerte con más detenimiento y susurrarte en cada gota de agua lo que no te he dicho.

Te vi difuminada pero majestuosa, cruzabas la última calle que nos separaba. Cuando me viste sonreíste cómplicemente, salí al paso y te abrase para no estar tan seco. Te quería decir todo lo que me hiciste sentir. La sensación que fue verte caminar a lo lejos. Decirte que todo tuvo más sentido, todo estuvo más vivo para mis ojos. Como explicarte que revalúe el significado la palabra belleza. Te quise decir que ame más la vida, pero las palabras se quedaron amarradas en mi garganta y enmudecieron la confesión.  

Tenía la sombrilla en la mano, pero la cerré y nos mojamos juntos. Me miraste extrañada y el silencio fue un acompañante más en la caminata. La lluvia a tu lado fue una caricia regalada. Fue un momento de los que realmente importa. Interminable en mi pensamiento.

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