Dice margarita que fue una aparición
fulminante de esas que paralizan y asustan tanto que no se puede reaccionar. Cuenta
que lo vio alumbrando los recovecos de un sillón desteñido que originalmente fue rojo, y que ahora consagra el paso del tiempo con una mancha aquí
y allá. Dice que este espanto se presentó con una sonrisa misteriosa y un
aspecto inmaculado. Le hablo al oído y la abraso en versos encendidos, enrojeció sus mejillas y elevo su cabello hasta el techo mismo. Margarita pasmada por este demonio de chaqueta
negra y de pelos lizos, unía sus manos y rezaba a todos los santos, inventaba plegarias
que la resguardaran del fuego que le crecía por los pies. Los vieron acercándose
con un vaivén cadencioso de rodillas flojas. Pobre Margarita que con voz cortada, le
gritaba en nombre de Dios a la bestia para que detuviera su envestida, sin
tener respuesta, su frente sudaba y su corazón rebotaba en el pecho…
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