Es el primer día del mes, él va
en un taxi hacia algún lado. Hace mucho frío, las nubes grises ocultan el sol,
la niebla cubre la ciudad. Es un ambiente melancólico donde todo luce más
opaco, las calles están mojadas con una suave brisa que cae. El corazón le late
con ritmo menor, su pecho le duele, es un dolor que no había sentido antes. Las
ventanas del taxi se cubren de bruma, él pasa su mano por la ventana para ver
hacia donde van. Su cara le pesa, siente que se quiere caer, algo dentro de él
quiere salir. Le sorprende lo gris de las cosas que ve por la ventana al pasar,
le hacen una invitación a la tristeza. Sus dedos están pálidos, salen con su
mano de un saco negro. El frío le empieza a doler en el cuerpo, le recorre los
huesos, le hiela el alma en su paso.
Él no sabe cómo entro al taxi, no
sabe en qué momento se sentó, no lo recuerda. Pero sabe hacia dónde va. Sabe
que al llegar a destino la nostalgia va a ser lo único que sienta, sus
pensamientos están puestos en ese lugar, de donde va a partir lo único que ha
querido en mucho tiempo. Sus pensamientos abordaran un expreso hacia la nada,
serán mutilados, andarán por un camino minado cuando ponga sus pies en el
asfalto. La neblina cubre el camino, solo pueden ver pocos metros delante de
ellos, es como si se hicieran paso al andar, si descubrieran el camino con cada
metro que recorren. Él solo le puede ver la nuca al conductor, el espejo
retrovisor no le devuelve una cara, pero nada le resulta extraño. Él solo está pendiente de
no desintegrarse, de no ser niebla, y de no desvanecerse.
El tiempo está congelado, él no
puede decir con certeza cuanto tiempo ha estado sentado en el taxi, ya han
pasado muchas calles, son sitios familiares para él. Cada uno está asociado a
una persona o algún evento que evoca en su mente un recuerdo. Sitios que son
parte del gran rompecabezas de sentimientos que lo tienen ahora viendo la
ciudad nublada y triste.
Las sensaciones empiezan a ser
más violentas, cuanto más triste se siente, más llueve, ahora no es solo brisa
la que los cubre, se abre el cielo ante ellos, la lluvia golpea el carro con
virulencia. El conductor esta inmutable solo mueve sus manos para no salirse
del camino. Los sacude el viento, en un bamboleo hacia los costados, la
turbulencia de sus pensamientos lo sacuden contra las puertas. Él va como el
presidiario que tiene una cita con la cámara de muerte, donde le darán una
inyección letal que se clavara en sus carnes más bien como una puñalada
desgarradora.
El aeropuerto es su destino porque es allí donde él despedirá
una parte de su corazón, la parte que le hacía sentir, la parte donde habían
crecido el amor, y la sensación de bienestar que lo hacía levitar, que cortaba
con todo sufrimiento, que lo hacía dormitar entre las sabanas que lo cubrían de
caricias. Se va a ir lo que él pensó que no lo mataría.
Han llegado al final del camino,
el comienzo de su real sufrimiento. El taxi se detiene, él abre la puerta y
pone los pies afuera, al mismo tiempo se
ve inundado de la neblina que lo recorre, siente un frío sepulcral que le
golpea la cara. Cierra la puerta y camina hacia el aeropuerto. Será la última estación
para su tristeza. Entra por una puerta grande, pasa por varias hileras de
asientos vacíos, y entra a una habitación de ventanas de cristal de donde puede
ver una pista. Él sabe que es el lugar donde será abandonado por el bienestar
que había sentido tiempo antes. Escucha un ruido estruendoso de un avión que
carretea al inicio de la pista. Esto es lo que él vino a ver, como se le iba el
amor, el cuerpo portador de ese amor. Una herida en su brazo se expande y deja
salir un espeso líquido viscoso que trae todo lo que él tenía sobrevencido, en
mal estado, contaminado por la tristeza y el desconsuelo.
El avión alza vuelo y rompe las
nubes grises, lo que le permite ver un rayo de luz que descubre el sol, ese que
hasta ahora nunca había visto y descascara las nubes para resplandecer con un
brillo casi segador. Él camina con buen día de regreso a ningún lado, reponiéndose
de la lucha que ha sido el sueño, camina
erguido y desafiante. Intenta prevalecer al embate de lo que se ha ido, le da
un repaso a todo cuanto lo extasió y que se fue hacía lo que ya no será nada.
Un poquito triste... Yo creo q estabas un poquito tristón cuando lo escribiste..!! Mmm pero no deja d ser muy bueno tambien...
ResponderEliminar