Bella y enigmática te presentas ante mí,
respiras un aire enrarecido y húmedo,
me erizas la piel y me estremeces los huesos.
Me miras con afán vil de liquidarme.
Tus ojos oscuros penetran todos los recovecos de mi cuerpo,
los hurgas y reconoces
en cada detalle.
Pactas en silencio mi pena de muerte, y haces tronar el cielo,
caen chaparrones de agua que golpean mi cuerpo y lo corroen.
Alimentas los segundos muertos y los entierras
en las fronteras de mis pensamientos. Es el tiempo
maldito que no cesa su carrera.
Calla y mira el cielo, piérdete entre las nubes
asiéntate, corre, vuela. Suéltame la mano,
deja de susurrar.