miércoles, 10 de julio de 2013

¿A QUÉ HUELE LAURA? II

La miro sumergido en sus ojos chispeantes llenos de vida. Dejo que mis manos recorran su piel, sientan sus vellos erizados, acaricio sus piernas delgadas atenazadas sobre mi cadera, su ombligo  profundo, los huesos que sobresalen en su cintura, sus pechos majestuosos, su cuello largo. Nos miramos. Segundos detenidos en el tiempo muy estimulantes. Agazapada hace pequeños movimientos para atrapar la mosca, midiendo cada respiración, a la espera a que me mueva para saltar. Se acerca lentamente hasta que siento su respiración, pequeños chorros de aire que salen de su nariz para abanicar mi cara, rosamos nuestros labios, respiramos el mismo aire morado. Mis pensamientos caen en un torrente de sentimientos que resaltan todo a alrededor y le dan otra vida. Me recuesto contra el espaldar del mueble y veo su figura por sobre la mía, gigantesca, muy estirada, se dibuja una sonrisa en su cara, nuestros cuerpos se  resbalan húmedos de sudor, nos friccionamos, y nos sacudimos con fuerza. Estamos abandonados a los besos. Multiplico mis manos para recorrerla toda. Todo mi amor pendulando sobre ella.

Laura parecía un espíritu mal atrapado por su cuerpo. Capaz de estar muy alegre o muy triste. No existe término medio para ella. La veo a mi lado y pienso en su belleza inagotable. Se levanta del mueble y va al baño. La miro mientras camina y se bambolea siguiendo la música de su cabeza. No puedo decir a que huele Laura pero tengo su olor adherido. La noche se extiende entre el humo y el aguardiente abriéndonos las puertas de la linda decadencia y rezagando la poesía.

Volvemos a estar muy cerca, nos miramos sentados en la cama, rodeados por el humo morado. Me mira con rabia, ¿No sé? Tal vez encontrando en mi algo que no le gusta. Iluminados solo por la tenue luz de un computador, la miro queriéndola, buscándola entre las sombras. Beso su piel caliente y trato de arroparme con ella. Somos dos sombras moradas que se traslucen en la pared. Nos  revolcamos entre el fuego y revolvemos las cenizas de una noche larga. Aturdidos pero dispuestos para el amor. Disfruto ver su boca entre abierta con una sonrisa disimulada, sus ojos achinados que miran como nadie.

 – ¿A qué hueles Laura? –Le pregunto. Tienes un olor particular, algo que vas más allá de un buen olor. Decir que hueles bien no sería justo. Ni la marihuana morada huele mejor que tú, no ha podido esconder tu olor.

Salgo del apartamento y bajo las escaleras. Camino hacia el parqueadero desandando la noche larga. Con todas las sensaciones todavía en mi cuerpo. Hormigas dando pequeños mordiscos. Tengo una respuesta que ronda mi cabeza. Laura huele a lo que quiero que huela.